Eran los hombres los que construian las verdades y cada verdad estaba
compuesta por una gran cantidad de pensamientos difusos. Las verdades
se hallaban por todo el mundo, y eran todas hermosas. Las verdades se
contaban por centenares, y eran todas hermosas. (...) En el momento mismo en que una persona se apropiaba de una verdad, la
llamaba su verdad y se esforzaba por adaptar a ella su vida, se
convertia en un ser grotesco, y aquella verdad a la que se habia
abrazado se tornaba mentira.
Sherwood Anderson, El libro de lo grotesco (1919)
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