domingo, 12 de junio de 2011

DUCHA REMIXADO

La puerta estaba abierta y entré. No entendí por qué siendo Cecilia tan cuidadosa, habría dejado sin llave. Empecé a imaginar la noche anterior: Cecilia entraba con un tipo, entraban apurados y tenían las manos ocupadas, de una patada le daba envión y la puerta se cerraba justo antes de que la cosa se pusiera peor; o entraba sola, y en realidad no era tan meticulosa como yo la recordaba, y nunca lo había sido. Supe que era cuestión de una hora a lo sumo para averiguarlo, tarde o temprano siempre me entero. Me saqué los zapatos y sin hacer ningún ruido, como un espía, fui hasta la central y extraje la tarjeta de memoria de todas las cámaras del día. Me tomó un subte y cuatro estaciones llegar a casa. Fui directo al estudio, enchufé la memoria en la PC y sacudí el escritorio lleno de restos de comida y colillas rancias. Separé las seis grabaciones para verlas en simultáneo. Tengo poco menos de 3 horas para verlas y volver al departamento, instalar la memoria en la central y tomarme el palo, todo rápido y todo antes de que Cecilia se levante para ir trabajar.
Me reclino en el sillón de la computadora y observo: algunas cámaras muestran ambientes vacios, por ejemplo la cocina, ayer no estuvo en la cocina, ¿no comió? Capaz no tuvo tiempo, capaz cenó afuera, temprano, capaz cenó con alguien. No fue al lavadero tampoco, se la ve en el living a la mañana yendo hacia la puerta de salida y llegando hacia la noche, la puerta que encontré hace un rato abierta. Entra sola. Se la ve en el dormitorio, sacándose la ropa. Ahora va hacia el baño. Está desnuda, la miro pero no me ve, estamos desfasados en el tiempo. A veces siento que sabe que hay cámaras, que me mirá y sabe que estoy acá mirándola. Yo quiero que vuelva a verme, que me registre. La habitación esta llena de vapor, un vapor que lo hace todo mucho más interesante para los dos. Las figuras se des dibujan. La veo a Cecilia, es una mancha rosada y alargada, que se mueve, se mete en la ducha, está desnuda. El vapor se condensa en la lente de la cámara y se hace agua, las gotas se deslizan y revelan una nueva claridad. Vuelvo a ver a Cecilia, una nueva figura fragmentada, empañada por sectores pero también muy clara, lavándose el pelo y enjuagándolo, pasándose el jabón por el cuerpo, las piernas, el cuello. Ahora quieta, parada inmóvil abajo del chorro, con la cabeza hacia adelante, relajada. El vapor vuelve a empañar aquellas franjas que las gotas de agua habían desempañado, y Cecilia vuelve a ser esa mancha difusa, rosa y alargada. Y ahora se tambalea, se cae hacia adelante, y en la caída se golpea y otra mancha difusa más rojiza emana de su cabeza. Y ahora se arrastra, lucha por salir de la bañera, y ahora es una mancha roja e inmóvil en el piso del baño. La mancha se agranda y hace tirabuzones y ondas que se asimilan a su pelo negro, y en ese cuadro atroz alcanzo a distinguir el rosado y alargado cuerpo de Cecilia, embebido en rojos y negros de bordes difusos a causa del vapor.
El reloj de la cámara sigue corriendo, todavía queda poco menos de media hora de grabación, lo más sensato sería no dejar transcurrir el tiempo. Aprieto pausa, Cecilia sigue tirada en el suelo, congelada, el tiempo no pasa para ella. No respira pero no quiero ni pensar en eso, cuanto más lo pienso más me aflijo y al final termino teniendo miedo de veras, casi como ganas de vomitar. Y de los nervios muevo sin querer el cursor hacia adelante y reanudo la escena, y lo que veo es una confusión, una liberación en mí de todas las sensaciones por un instante embotadas o silenciadas: es Cecilia saliendo del baño, envuelta en una bata blanca, con una toalla en la cabeza también blanca y totalmente cristalina, el vapor se ha disipado. Entonces retrocedo la grabación y retomo el momento en que entra a la ducha. Vuelvo a verla desnuda, tiritando, adentrándose en la nube de vapor, acariciándose los muslos, los brazos, el cuello, la cara y nuevamente bajo el chorro, boca abajo, masajeandose las cervicales con el agua caliente. Es la misma escena, salvo que esta vez nada pasa, no hay infortunio, ni sangre, ni Cecilia en el piso del baño, ni mi desesperación. Vuelvo atrás otra vez, y ahí está Cecilia lavandose y enjuagándose el pelo, y luego el cuerpo, y luego se relaja bajo el chorro, pero no hay señal de la caída. Entonces vuelvo más atrás todavía, y Cecilia entra desnuda al baño, corre tiritando y se mete en la ducha, todo inundado de vapor, ese vapor que todo lo confunde, todo lo embarulla, todo lo transforma. Una y otra vez y nada. Y desde el principio. Cecilia entra al departamento, son cerca de las nueve de la noche, y deja el abrigo y la cartera y va al dormitorio, se desnuda. Lo veo todo sin interrupciones. Y entra al baño, colmado de ese vapor confuso y agobiante, y se adentra, y otra vez, y de nuevo, y nada pasa, nada de nada. Las canillas se cierran, Cecilia sale de la bañera, se envuelve, se seca, y empieza a adquirir forma: en el fondo del baño, como en un agua verde y turbia, asoma su cara fina de mujer madura. Entonces el vapor ha abandonado la habitación.

2 comentarios:

  1. genial, me re gusto. todo el clima, es genial, muy genial

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  2. desde la superficie facetada de un cairel. Excelente, Srta Jones.
    Reverencio mi galera.

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