miércoles, 25 de noviembre de 2009

Sé lo que eres. Entierra lo que no eres

Un sordomudo se inclinó sobre el mostrador de la oficina de cobranzas. El empleado tendió la mano con la palma hacia arriba. Y se miraron.
El sordomudo oyó los pies de la gente que corría y corría. Alargó la mano hacia el empleado, en la misma posición. Y se miraron.
Apretó la otra mano en el borde del mostrador. Apretó también los dientes. Dominó su jadeo y buscó a tientas con el pié una moneda en el suelo.
La gente corría, llegaba corriendo de todas partes. La multitud se había reunido rápidamente. Ninguno de los dos sabía de donde habían salido todos ellos, pero todas las caras se agrupaban en el mismo lugar. Podía olerles los alientos, los olores mezclados de mucha gente que aspira y aspira el aire que otros hombres necesitan para vivir.
Los dos olvidaron la posición en la que estaban y se agazaparon a ambos lados del mostrador.
El empleado tragó saliva. Le sangraba la nariz.
El sordomudo guardó silencio.
El reloj de la oficina dio las 8. Las luces empezaron a parpadear hasta apagarse.
En la más absorbente oscuridad, el empleado y el sordomudo tuvieron miedo. La multitud abrió la boca.

2 comentarios:

  1. Che, me hice un blog y soy tu seguidora, te toca, aunque todavía no publiqué nada, seguro empiezo mañana...!
    bye irene irene joooonesssss

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  2. que suerte!! Te pusiste a françoise. FF linda :)

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