domingo, 12 de mayo de 2013

(...) nos pasamos el resto de la mañana conversando de los autores que le gustaban -que eran muchos- y de los que detestaba -que todavía eran más-. Bolaño hablaba de todos ellos con una extraña pasión helada, que al principio me fascinó y luego me hizo sentir incómodo. (...) Cuando ya íbamos a despedirnos, en el paseo del Mar, me propuso comer en su casa, con su mujer y su hijo; mentí: le dije que no podía, que me esperaban en el periódico. Entonces me invitó a venir a verle algún día; volví a mentir: le dije que lo haría muy pronto.




Javier Cercas. Soldados de Salamina.

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